KENIA.
En un par de días llego a Nairobi, que apodada durante muchos años 'Nairobbery', ahora presume de calles tranquilas. Segura o no, es una ciudad poco agradable, pero yo necesito darle un serio descanso a mi lesionado cuádriceps y he de esperar a un amigo que me trae repuestos. Ambas cosas son imprescindibles.
Conocí a Carles en el lago Malawi, donde viajaba en todo-terreno con unos amigos y me invitaron a una espléndida cena. Hicimos buena amistad y ahora regresa a Nairobi para otro viaje en coche. Le pido si puede hacerme un par de favores, y Carles, sin dudarlo, me consigue un montón de repuestos a los que no tengo acceso aquí. Así pues, me instalo para pasar dos semanas de descanso y espera, Navidad incluida, en el cámping de Chris, una leyenda entre los motoristas. Es un lugar 'embudo', cuya dirección se trasmite de boca en boca pues no aparece en guía de viajes alguna, pero todos los que cruzan África en su propio vehículo lo conocen. Aquí nos encontramos viajeros con muchas historias, aventuras, sueños, sonrisas, y todos con la misma filosofía de disfrutar estos cuatro días en la Tierra tan lejos de las oficinas como sea posible.
El 27, Carles llega con abrazos y los benditos repuestos, y tras un día de mecánica estoy preparado para salir el 28, pero siquiera llegar al lago Turkana va a ser fácil. Los días previos a las elecciones el ambiente ha sido muy tenso entre kikuyus y luas, las dos principales tribus con candidato. Y el 27 en la noche se anuncia la previsible victoria del presidente actual, mister Kibaki, kikuyu. Nadie se sorprende, y todos saben que el recuento de votos va a ser fraudulento. Lo que sorprende a propios y extraños es la reacción enloquecida de los luas, nada habitual en una Kenia de años en paz. De la noche a la mañana, los indignados luas empiezan a perseguir y matar kikuyus en represalia, incluso llegan a quemar una iglesia donde se habían refugiado varias familias. Kenia se descontrola y comienza una espiral de violencia. Desde nuestro cámping, en una zona tranquila de la capital, escuchamos disparos esporádicamente.
Tras tres días de violencia, el 30 en la mañana hay un ambiente de tranquilidad en Nairobi. Es domingo, y en la tarde se espera el resultado oficial de las elecciones; momento de tregua, pues, para que la gente vaya a misa en paz, y Chris aprovecha para echar a todo el mundo hacia Tanzania, donde estarán fuera de peligro tras unas horas de coche. Pero no todos, yo voy hacia el norte y Chris me aconseja que suba por las tierras kikuyu, por el monte Kenia.
- Salva, no te juegues la vida. Si te encuentras con una muchedumbre de locos, en una bici no puedes hacer así - y me hace con la muñeca el gesto de darle gas a una moto.
Yo quería ir por los lagos del Rift, pero es tierra de luas y decido seguir su consejo. Abrazos, buena suerte, adiós.
A nivel electoral, todo sale como estaba previsto, y el domingo duermo entre alegrías y borracheras del pueblo kikuyu, encantado de que Kibaki siga en el poder, mientras que en los lagos y en Mombasa, la violencia regresa con más fuerza. Hasta Nanyuki, junto al monte Kenia, todo va bien. Nada parece indicar que en otras áreas el país esté ardiendo y las carreteras bloqueadas. La revuelta incluso afecta a Uganda, Burundi y Rwanda, pues el petróleo llega a Kampala desde el puerto de Mombasa, y nadie se atreve a meter un camión por esa carretera. Decido seguir con mi plan de ir al lago Turkana; estoy en el límite de la Kenia desarrollada y ahora comienza el norte, donde pokots, marakwets, turkanas, viven como hace cientos de años y pocos de ellos se interesan por lo que sucede allende su tribu. Las tribus nilóticas de esta zona semi-desértica, que se extiende al norte de Uganda y sur de Etiopía, son ganaderas, y el estado de guerra por los mejores pastos o el robo de ganado es constante. Los pokots y turkanas acaban de sellar una tregua. El pequeño puesto policial de Rumuruti me advierte:
- La paz es frágil entre turkanas y pokots, pero no te preocupes, tú no les interesas, sólo quieren ganado. De todas formas si ves un grupo de guerreros no te pares a hacerles una foto.
- Pero, ustedes son... ¿cuántos? ¿cuatro, cinco? ¿qué hacen cuando los guerreros vienen a quemar una aldea?
- Nosotros estamos aquí para legitimar la soberanía de Kenia sobre estas tierras, no para jugarnos la vida por defender a estos 'salvajes' -me dice tajantemente el sargento.
Perfecto. Quién soy yo para decir nada aquí. Paso la noche con la policía y entro al día siguiente en tierras pokot.
La mayoría de los pokots visten un taparrabos únicamente, adornados con collares y plumas en la cabeza, y escarificaciones en diferentes partes del cuerpo. El pelo se lo untan con una pasta de barro y forman un extraño casco color marrón. No me parece la gente más amistosa del mundo, y en varios sitios recibo piedras a mi paso. Pero me preocupan más las carreteras y los animales. Las primeras están cada vez en peor estado y más difíciles de seguir, piedras y arena que en muchos lugares a duras penas marcan una huella clara. Al menos, mi dirección es siempre norte. Los segundos, son cada vez más. Hay muchos elefantes y la arena está marcada con huellas de hienas y leones. Por supuesto, los cientos de moscas siguen volando a mi alrededor, pero eso ahora ha pasado a un segundo lugar.
- Pero…¿de dónde vienes? ¿cómo se te ocurre? Esto está infestado de leones, ¿dónde has dormido? ¿en el camino de Karpedo? pero... pero… ¿cómo se te ha ocurrido? si eres cristiano ve a darle las gracias a Dios esta tarde, que te ha salvado la vida.
Me doy una ducha y Carlos me ofrece su comida. Bebo agua sin cesar, y me acuesto. Horas más tarde, me levanto y he de volver a preguntarles sus nombres; no me acordaba... Esa noche me prometo no olvidar que el miedo a morir no compensa nunca; ese miedo te deja algo dentro del cuerpo, tal vez un poco del sabor de la muerte. Quería vivir esa intensidad, tener esa experiencia, y ahora no quiero volver a vivirla.
Tras un par de días descansando, emprendo el tramo de Lokori a Lodwar. La pista mejora mucho, está habitada y atraviesa agradables aldeas turkana. Hay muchas misiones religiosas en esta zona y todos me preguntan por el camino, por la situación en Nairobi. Están aislados y preocupados por el futuro. Pero cuando llego a Lodwar me encuentro con la sorpresa de unas tiendas llenas de comida. El día anterior un convoy de camiones protegido por el ejército ha llegado hasta aquí cruzando la carretera de los lagos. ¡En buena hora!
Los turkana son un pueblo de mala fama, pues están en guerra con todos sus vecinos, pero a mí me parecieron muy simpáticos. Las mujeres se adornan con innumerables collares de cuentas que van desde la barbilla hasta el pecho; cuantos más tengan, más vacas cuesta la novia. Se rapan media cabeza, y en las aldeas no se preocupan de vestirse demasiado. En general, el desarrollo y la cultura occidental les importa un carajo; cuando me paro, lo miran todo con una curiosidad superficial que refleja su desinterés. Tener un móvil, o unos vaqueros, o unas gafas, les parece divertido y nada más. Su forma de vivir está a años luz del consumismo.
Si te gustan estos relatos, unviajedecuento tiene a tu disposición dos libros, África y Asia. El tercero, sobre América, estará disponible en 2015. ¿Cómo conseguirlos?
En un par de días llego a Nairobi, que apodada durante muchos años 'Nairobbery', ahora presume de calles tranquilas. Segura o no, es una ciudad poco agradable, pero yo necesito darle un serio descanso a mi lesionado cuádriceps y he de esperar a un amigo que me trae repuestos. Ambas cosas son imprescindibles.
Conocí a Carles en el lago Malawi, donde viajaba en todo-terreno con unos amigos y me invitaron a una espléndida cena. Hicimos buena amistad y ahora regresa a Nairobi para otro viaje en coche. Le pido si puede hacerme un par de favores, y Carles, sin dudarlo, me consigue un montón de repuestos a los que no tengo acceso aquí. Así pues, me instalo para pasar dos semanas de descanso y espera, Navidad incluida, en el cámping de Chris, una leyenda entre los motoristas. Es un lugar 'embudo', cuya dirección se trasmite de boca en boca pues no aparece en guía de viajes alguna, pero todos los que cruzan África en su propio vehículo lo conocen. Aquí nos encontramos viajeros con muchas historias, aventuras, sueños, sonrisas, y todos con la misma filosofía de disfrutar estos cuatro días en la Tierra tan lejos de las oficinas como sea posible.
El 27, Carles llega con abrazos y los benditos repuestos, y tras un día de mecánica estoy preparado para salir el 28, pero siquiera llegar al lago Turkana va a ser fácil. Los días previos a las elecciones el ambiente ha sido muy tenso entre kikuyus y luas, las dos principales tribus con candidato. Y el 27 en la noche se anuncia la previsible victoria del presidente actual, mister Kibaki, kikuyu. Nadie se sorprende, y todos saben que el recuento de votos va a ser fraudulento. Lo que sorprende a propios y extraños es la reacción enloquecida de los luas, nada habitual en una Kenia de años en paz. De la noche a la mañana, los indignados luas empiezan a perseguir y matar kikuyus en represalia, incluso llegan a quemar una iglesia donde se habían refugiado varias familias. Kenia se descontrola y comienza una espiral de violencia. Desde nuestro cámping, en una zona tranquila de la capital, escuchamos disparos esporádicamente.
Tras tres días de violencia, el 30 en la mañana hay un ambiente de tranquilidad en Nairobi. Es domingo, y en la tarde se espera el resultado oficial de las elecciones; momento de tregua, pues, para que la gente vaya a misa en paz, y Chris aprovecha para echar a todo el mundo hacia Tanzania, donde estarán fuera de peligro tras unas horas de coche. Pero no todos, yo voy hacia el norte y Chris me aconseja que suba por las tierras kikuyu, por el monte Kenia.
- Salva, no te juegues la vida. Si te encuentras con una muchedumbre de locos, en una bici no puedes hacer así - y me hace con la muñeca el gesto de darle gas a una moto.
Yo quería ir por los lagos del Rift, pero es tierra de luas y decido seguir su consejo. Abrazos, buena suerte, adiós.
A nivel electoral, todo sale como estaba previsto, y el domingo duermo entre alegrías y borracheras del pueblo kikuyu, encantado de que Kibaki siga en el poder, mientras que en los lagos y en Mombasa, la violencia regresa con más fuerza. Hasta Nanyuki, junto al monte Kenia, todo va bien. Nada parece indicar que en otras áreas el país esté ardiendo y las carreteras bloqueadas. La revuelta incluso afecta a Uganda, Burundi y Rwanda, pues el petróleo llega a Kampala desde el puerto de Mombasa, y nadie se atreve a meter un camión por esa carretera. Decido seguir con mi plan de ir al lago Turkana; estoy en el límite de la Kenia desarrollada y ahora comienza el norte, donde pokots, marakwets, turkanas, viven como hace cientos de años y pocos de ellos se interesan por lo que sucede allende su tribu. Las tribus nilóticas de esta zona semi-desértica, que se extiende al norte de Uganda y sur de Etiopía, son ganaderas, y el estado de guerra por los mejores pastos o el robo de ganado es constante. Los pokots y turkanas acaban de sellar una tregua. El pequeño puesto policial de Rumuruti me advierte:
- La paz es frágil entre turkanas y pokots, pero no te preocupes, tú no les interesas, sólo quieren ganado. De todas formas si ves un grupo de guerreros no te pares a hacerles una foto.
- Pero, ustedes son... ¿cuántos? ¿cuatro, cinco? ¿qué hacen cuando los guerreros vienen a quemar una aldea?
- Nosotros estamos aquí para legitimar la soberanía de Kenia sobre estas tierras, no para jugarnos la vida por defender a estos 'salvajes' -me dice tajantemente el sargento.
Perfecto. Quién soy yo para decir nada aquí. Paso la noche con la policía y entro al día siguiente en tierras pokot.
La mayoría de los pokots visten un taparrabos únicamente, adornados con collares y plumas en la cabeza, y escarificaciones en diferentes partes del cuerpo. El pelo se lo untan con una pasta de barro y forman un extraño casco color marrón. No me parece la gente más amistosa del mundo, y en varios sitios recibo piedras a mi paso. Pero me preocupan más las carreteras y los animales. Las primeras están cada vez en peor estado y más difíciles de seguir, piedras y arena que en muchos lugares a duras penas marcan una huella clara. Al menos, mi dirección es siempre norte. Los segundos, son cada vez más. Hay muchos elefantes y la arena está marcada con huellas de hienas y leones. Por supuesto, los cientos de moscas siguen volando a mi alrededor, pero eso ahora ha pasado a un segundo lugar.
- Pero…¿de dónde vienes? ¿cómo se te ocurre? Esto está infestado de leones, ¿dónde has dormido? ¿en el camino de Karpedo? pero... pero… ¿cómo se te ha ocurrido? si eres cristiano ve a darle las gracias a Dios esta tarde, que te ha salvado la vida.
Me doy una ducha y Carlos me ofrece su comida. Bebo agua sin cesar, y me acuesto. Horas más tarde, me levanto y he de volver a preguntarles sus nombres; no me acordaba... Esa noche me prometo no olvidar que el miedo a morir no compensa nunca; ese miedo te deja algo dentro del cuerpo, tal vez un poco del sabor de la muerte. Quería vivir esa intensidad, tener esa experiencia, y ahora no quiero volver a vivirla.
Tras un par de días descansando, emprendo el tramo de Lokori a Lodwar. La pista mejora mucho, está habitada y atraviesa agradables aldeas turkana. Hay muchas misiones religiosas en esta zona y todos me preguntan por el camino, por la situación en Nairobi. Están aislados y preocupados por el futuro. Pero cuando llego a Lodwar me encuentro con la sorpresa de unas tiendas llenas de comida. El día anterior un convoy de camiones protegido por el ejército ha llegado hasta aquí cruzando la carretera de los lagos. ¡En buena hora!
Los turkana son un pueblo de mala fama, pues están en guerra con todos sus vecinos, pero a mí me parecieron muy simpáticos. Las mujeres se adornan con innumerables collares de cuentas que van desde la barbilla hasta el pecho; cuantos más tengan, más vacas cuesta la novia. Se rapan media cabeza, y en las aldeas no se preocupan de vestirse demasiado. En general, el desarrollo y la cultura occidental les importa un carajo; cuando me paro, lo miran todo con una curiosidad superficial que refleja su desinterés. Tener un móvil, o unos vaqueros, o unas gafas, les parece divertido y nada más. Su forma de vivir está a años luz del consumismo.
Si te gustan estos relatos, unviajedecuento tiene a tu disposición dos libros, África y Asia. El tercero, sobre América, estará disponible en 2015. ¿Cómo conseguirlos?