Salí de Mendoza en compañía de dos tremendos amigos. Nando, el de gambada.com, un tipo con una voluntad de hierro y mejor corazón. Y Aram, el guitarrista holandés que conocí en Zambia, que volví a ver en Tokyo y que ya es un ciclista de tomo y lomo. ¡Otro convertido! Mejor imposible. Y para celebrarlo, este trío de la muerte se zampa el subidón de Libertadores para pasar a saludar la cara sur del Aconcagua.
Tras un mes de vacaciones, las piernas no estaban para desafíos; afortunadamente, tampoco las de mis amigos y todos subimos sufriendo contra el viento, el cansancio, y también rabiando esa alegría de volver a dormir al aire libre. Acampar en Argentina es muy fácil y en estos días no tenemos ni que montar la carpa, dormimos junto a ríos, nos tomamos una cerveza, nos reímos… viajar en compañía es otra historia. Se acaba la privacidad, la independencia, y el codo a codo hace más sentidas las amistades. Nando y Aram además ponen a prueba su paciencia, pues a mí este viento enloquecido que hay en Argentina dondequiera que vayas me pone de un humor de perros…
Santiago… irreconocible. La capital de un país que se ha lanzado pendiente abajo hacia el capitalismo más voraz del continente no podría ser ahora menos que amplias avenidas, centros comerciales, y precios canadienses. Aunque lo que une a Chile y Canadá son solo los precios y la actividad minera sin parar en lo que contaminas, ni en donde pones tus desechos, los salarios chilenos están muy lejos de los canadienses. Bueno, y el sistema bancario. Los chilenos también se endeudan con las tarjetas de crédito para disfrutar unas vacaciones o comprar cualquier capricho para el que no le alcanzan los ahorros. Los más pesimistas dicen que las minas y sus ganancias no van a durar más allá del 2050 y entonces, ¿qué le va a pasar a Chile?
A mí hablar de la semana siguiente ya me parece metafísica, pero la verdad es que este país enloquecido por el consumismo me deja boquiabierto.
Nosotros, de bomberos en bomberos, llegamos a Talca, donde nos esperan Dani y Alejandra, una alegre pareja que ha llegado a tener alojados hasta veinte ciclistas en su casa. Somos solo tres, pero al día siguiente llegan otros cuatro.
- Son bienvenidos, no hay ningún problema, ¿verdad, Ale?- comenta con una sonrisa Dani a su esposa.
- Por supuesto, donde comen dos, comen… veinte.
Dos días de descanso con este matrimonio feliz, que transmiten tanta alegría como felicidad, una lección más de hospitalidad latina, unos nuevos amigos que llevarse en las alforjas, que recordar en el futuro. Pero salgo solo. Nando ha llegado sufriendo una vieja tendinitis y necesita tratamiento, un tipo duro este catalán, no es fácil viajar cuando te duele a rabiar la rodilla. Y el holandés necesita reconstruir la bici que compró en Buenos Aires, un hierrajo del que solo sirve el cuadro, pues Aram mide casi dos metros.
- Ya, Salva, ya sabía que lo tenía que cambiar todo, pero contento estaba de haber encontrado una bici de mi talla, pisha.
Me sonrío escuchando hablar a Aram con su fortísimo acento gaditano. Le he escuchado tocar la guitarra en Zambia, en Tokyo y ahora en Chile, este virtuoso del flamenco es la única persona a la que he visto en los tres continentes. Y un amigo.
Yo agarro la autopista al sur en lugar de desviarme a la costa. Estoy deseando terminar con esta franja desértica y llegar a los bosques, a los ríos, acampar frente a un lago… y por otro lado me despierta mucha curiosidad esta franja chilena de desarrollo y consumo que hay a ambos lados de la autopista, tan diferente de las vertientes andinas. Un tramo plano por el que puedo hacer ciento veinte, ciento treinta kilómetros al día, con poco desgaste y ver con mis ojos, a ritmo de bicicleta, una de esas metamorfosis del planeta que me fascinan.
Lentamente, el desierto va dando paso a cierta vida, a los cultivos fértiles, a los árboles que aparecen tímidamente, hasta que el segundo día, tras subir una breve colina veo al fondo la primera mancha de bosque y el corazón me brinca: árboles de nuevo.
Hago un desvío de la autopista para visitar una famosa catarata y ya veo a la tierra que quiere pintarse de yerba. No hay todavía mucha, pero la tierra ya no está seca, yerma, empieza a acolcharse, a tener cierta humedad. También descubro aterrado que los turistas chilenos salen en masa a disfrutar de su verano huyendo de las ciudades y, como yo, del desierto. Y que el consumismo chileno no se detiene en las ciudades: la cascada está casi escondida entre tiendas de baratijas y restaurantes…
- ¿Hay algún lugar donde pueda acampar a lo largo del río? -pregunto al encargado del párking.
- Harto (muchos), a cada cuadra tienes un cámping.
- No, me refiero a cámping agreste, sin pagar, con baño de río…
- ¿Gratis?
Chile es de esos países que cuando preguntas dónde puedes encontrar wifi gratis o un lugar bonito para acampar que no sea privado, obtienes una mirada de estupor en la persona, a la vez que una expresión en los ojos del tipo 'nada es gratis en este país'.
Así que no sabía donde quedarme, la cascada es bonita para estar un rato nomás y tras 130 kilómetros no tengo muchas ganas de irme al siguiente pueblo para buscar unos bomberos. Plan B.
- ¿Y hay algún cámping que sea de un extranjero?
- Sí, camino Playa Bonita, un suizo tiene un cámping.
Llego a recepción y pregunto por el dueño, está en la oficina, hablando por skype con Suiza, o al menos, en alemán. Se levanta al verme y de inmediato tengo una buena corazonada, sé que me va a dejar acampar.
Y este noveno año de viaje comienza con unos paisajes de órdago. Atravieso varios parques nacionales llenos de lagos, de ríos, entre bosques de estos coihues y raúlies, unos enormes árboles nativos emparentados con los robles, y las famosas araucarias, ese raro árbol que parece estar lleno de tentáculos, más adecuado entre dinosaurios que entre turistas en todoterreno. La luz se cruza en múltiples haces entre los enormes troncos de estos árboles, algunos milenarios, tiesos, derechos y gruesos como columnas, buscando llegar a ser el más alto y recibir el premio de los rayos del sol. Un lujo, pedalear entre ellos, ver aparecer un lago de azul transparente, las nieves del Llaima cortadas por los tentáculos de las araucarias…
El Llaima, por cierto, es el volcán más activo de Chile, un país bien activo en este aspecto también. La última erupción fue en el 2008, pero la más espectacular data de 1957, cuando un durísimo río de lava cubrió kilómetros de ladera y al chocar con la cordillera opuesta hundió literalmente la tierra con su peso. A consecuencia de ello aparece ahora un tajo vertical en la tierra donde los paleontólogos se la pasan en grande interpretando los acontecimientos del planeta como si fueran los anillos de un árbol talado. Dicen que cada una de las líneas que se ven (y se ven muchísimas) representan 13000 años del planeta.
- Mira, se ve muy bien -me explica un tipo que hace unos panes caseros de muerte-, el corte blanco representa la época glaciar, los más amarillos, más sequías, las otras líneas con más color son de eras tropicales con más bosque y entonces el sedimento es más oscuro…
Alucinante, pero yo me quedo embobado con la idea de cada línea… 13000 años… y solo es hace 6000 que el hombre empezó a garabatear en Ur las primeras líneas de su insignificante historia…
En fin, que la pasé en grande los once kilómetros en ese mar de lava negra. La carretera de ripio rompe en una línea de curvas lo que ahora es solo arena y roca negra, y este tipo de mares no los había surcado antes mi galeón… nunca sabes lo que te va a sorprender en este mundo, nunca sabes donde hay algo nuevo esperándote.
Aquí decido regresar a Argentina, donde es más fácil acampar para disfrutar estos paisajes, hay menos propiedad privada y los parques nacionales son para el disfrute, no para enriquecerse. Y aunque el tiempo ha dado un giro duro hacia lluvias más fuertes con vientos de 50 kilómetros por hora, también he podido disfrutar de acampadas junto al río. Eso sí, la famosa ruta de los 7 lagos la he visto sin sol, todos los lagos del mismo color, esa oscuridad de tormenta que da frío nada más verla. Ya me avisó doña Lilia, una mapuche que tiene un almacén pequeñito a los pies del volcán Lanín, donde se aprovisionan los montañeros que suben.
- Hum… cuando las nubes salen en gorrito por el lado chileno, vienen lluvias…
Un bonito lugar para descansar un rato con buenas vistas, charlar, escuchar la tragedia del pueblo mapuche (una más en este continente de historias duras), y también para la risa.
Incluso los jóvenes autoestopistas que hay por todos lados acampan en cámpings privados o pagan cabañas, algo que no deja de sorprenderme porque acampar por estos lugares no está por debajo de los 8 dólares… me temo que si no hay confort, no merece la pena viajar.
Tas unos últimos tres días con este mal tiempo que predecía doña Lilia, de lluvia golpeando con fuerza mi tienda, viento frío, he parado a descansar el fin de semana en Bariloche, en casa de Omar y María, donde se respira mucho amor, sueños, ganas de vivir, en fin, buena onda. Un abrazo de ese confort que tan mal llevo y que tan necesario es para salir otra vez a esta batalla contra el viento. Ya más cerca del sur, de Ushuaia, de la luna 100 de este viaje…
Si te gustan estos relatos, unviajedecuento tiene a tu disposición dos libros, África y Asia. El tercero, sobre América, estará disponible en 2015. ¿Cómo conseguirlos?
Lentamente, el desierto va dando paso a cierta vida, a los cultivos fértiles, a los árboles que aparecen tímidamente, hasta que el segundo día, tras subir una breve colina veo al fondo la primera mancha de bosque y el corazón me brinca: árboles de nuevo.
Hago un desvío de la autopista para visitar una famosa catarata y ya veo a la tierra que quiere pintarse de yerba. No hay todavía mucha, pero la tierra ya no está seca, yerma, empieza a acolcharse, a tener cierta humedad. También descubro aterrado que los turistas chilenos salen en masa a disfrutar de su verano huyendo de las ciudades y, como yo, del desierto. Y que el consumismo chileno no se detiene en las ciudades: la cascada está casi escondida entre tiendas de baratijas y restaurantes…
- ¿Hay algún lugar donde pueda acampar a lo largo del río? -pregunto al encargado del párking.
- Harto (muchos), a cada cuadra tienes un cámping.
- No, me refiero a cámping agreste, sin pagar, con baño de río…
- ¿Gratis?
Chile es de esos países que cuando preguntas dónde puedes encontrar wifi gratis o un lugar bonito para acampar que no sea privado, obtienes una mirada de estupor en la persona, a la vez que una expresión en los ojos del tipo 'nada es gratis en este país'.
Así que no sabía donde quedarme, la cascada es bonita para estar un rato nomás y tras 130 kilómetros no tengo muchas ganas de irme al siguiente pueblo para buscar unos bomberos. Plan B.
- ¿Y hay algún cámping que sea de un extranjero?
- Sí, camino Playa Bonita, un suizo tiene un cámping.
Llego a recepción y pregunto por el dueño, está en la oficina, hablando por skype con Suiza, o al menos, en alemán. Se levanta al verme y de inmediato tengo una buena corazonada, sé que me va a dejar acampar.
- Hola
- Hola, ¿qué puedo hacer por ti?
- Pues estoy viajando en bici por el mundo y quisiera que me invitaras a pasar la noche en tu cámping.
- ¿Invitarte?- responde el suizo con la cara algo desencajada por la sorpresa.
- Sí, a acampar gratis.
- Hum... eso no va a poder ser... -dice el suizo más aplomado, pero todavía en estado de shock- y te vas a duchar...
- Me ducho con agua fría.
- Vaya, vaya. Tras el puente entre en la zona de puestos y elija el que quiera de los lugares libres.
- Muchas gracias.
Y este noveno año de viaje comienza con unos paisajes de órdago. Atravieso varios parques nacionales llenos de lagos, de ríos, entre bosques de estos coihues y raúlies, unos enormes árboles nativos emparentados con los robles, y las famosas araucarias, ese raro árbol que parece estar lleno de tentáculos, más adecuado entre dinosaurios que entre turistas en todoterreno. La luz se cruza en múltiples haces entre los enormes troncos de estos árboles, algunos milenarios, tiesos, derechos y gruesos como columnas, buscando llegar a ser el más alto y recibir el premio de los rayos del sol. Un lujo, pedalear entre ellos, ver aparecer un lago de azul transparente, las nieves del Llaima cortadas por los tentáculos de las araucarias…
El Llaima, por cierto, es el volcán más activo de Chile, un país bien activo en este aspecto también. La última erupción fue en el 2008, pero la más espectacular data de 1957, cuando un durísimo río de lava cubrió kilómetros de ladera y al chocar con la cordillera opuesta hundió literalmente la tierra con su peso. A consecuencia de ello aparece ahora un tajo vertical en la tierra donde los paleontólogos se la pasan en grande interpretando los acontecimientos del planeta como si fueran los anillos de un árbol talado. Dicen que cada una de las líneas que se ven (y se ven muchísimas) representan 13000 años del planeta.
- Mira, se ve muy bien -me explica un tipo que hace unos panes caseros de muerte-, el corte blanco representa la época glaciar, los más amarillos, más sequías, las otras líneas con más color son de eras tropicales con más bosque y entonces el sedimento es más oscuro…
Alucinante, pero yo me quedo embobado con la idea de cada línea… 13000 años… y solo es hace 6000 que el hombre empezó a garabatear en Ur las primeras líneas de su insignificante historia…
En fin, que la pasé en grande los once kilómetros en ese mar de lava negra. La carretera de ripio rompe en una línea de curvas lo que ahora es solo arena y roca negra, y este tipo de mares no los había surcado antes mi galeón… nunca sabes lo que te va a sorprender en este mundo, nunca sabes donde hay algo nuevo esperándote.
Aquí decido regresar a Argentina, donde es más fácil acampar para disfrutar estos paisajes, hay menos propiedad privada y los parques nacionales son para el disfrute, no para enriquecerse. Y aunque el tiempo ha dado un giro duro hacia lluvias más fuertes con vientos de 50 kilómetros por hora, también he podido disfrutar de acampadas junto al río. Eso sí, la famosa ruta de los 7 lagos la he visto sin sol, todos los lagos del mismo color, esa oscuridad de tormenta que da frío nada más verla. Ya me avisó doña Lilia, una mapuche que tiene un almacén pequeñito a los pies del volcán Lanín, donde se aprovisionan los montañeros que suben.
- Hum… cuando las nubes salen en gorrito por el lado chileno, vienen lluvias…
Un bonito lugar para descansar un rato con buenas vistas, charlar, escuchar la tragedia del pueblo mapuche (una más en este continente de historias duras), y también para la risa.
- ¿Y tanto tiempo fuera de casa? Algo habrás hecho... -me dice con media risa doña Lilia.
- Robé un banco.
- Ah, claro - responden las hijas.
- Ya, ya... si hubieras robado un banco no irías en bicicleta -responde la señora y todos nos echamos a reír.
Incluso los jóvenes autoestopistas que hay por todos lados acampan en cámpings privados o pagan cabañas, algo que no deja de sorprenderme porque acampar por estos lugares no está por debajo de los 8 dólares… me temo que si no hay confort, no merece la pena viajar.
Tas unos últimos tres días con este mal tiempo que predecía doña Lilia, de lluvia golpeando con fuerza mi tienda, viento frío, he parado a descansar el fin de semana en Bariloche, en casa de Omar y María, donde se respira mucho amor, sueños, ganas de vivir, en fin, buena onda. Un abrazo de ese confort que tan mal llevo y que tan necesario es para salir otra vez a esta batalla contra el viento. Ya más cerca del sur, de Ushuaia, de la luna 100 de este viaje…
Si te gustan estos relatos, unviajedecuento tiene a tu disposición dos libros, África y Asia. El tercero, sobre América, estará disponible en 2015. ¿Cómo conseguirlos?